Sobre la Agresividad y el Autocontrol

O porque la disciplina es un recurso limitado.

Xavier Loeza
8 min readOct 27, 2019
Fuente: Shutterstock

El autocontrol es definido como la cadena de respuestas en las cuales el individuo altera la probabilidad de reacciones subsecuentes a un evento dado, con el objetivo de alterar la probabilidad de consecuencias posteriores relacionadas a dicho evento (Barkley, 1997).

Cabe mencionar que aunque algunas acciones humanas son disparadas en mayor o menor grado por factores ajenos a la voluntad del sujeto (la reacción de lucha o huida ante un ataque sorpresivo, por ejemplo), los individuos también son capaces de desarrollar la habilidad de valorar las opciones disponibles en cada situación y elegir su modo de proceder de forma relativamente libre (Froufe, 2007).

En cuanto al desarrollo del mismo, es importante recalcar que esta característica se acentúa a lo largo del tiempo; aunado a que hay una varibilidad natural presente en los individuos y en los diferentes grupos etarios, habiendo los menores niveles de autocontrol en las primeras etapas de la vida (principalmente en la adolescencia). Cabe mencionar que ésta no es una circunstancia únicamente humana ya que tanto el cerebro humano como el cerebro de otros homínidos pasan por cambios muy similares durante la pubertad (Constantinidis & Luna, 2019). Por otro lado, el análisis del autocontrol frecuentemente se ha asociado a factores como la ira y la agresión.

En el modelo Big Five mencionado anteriormente, la dimensión que tiene mayor relación con dichos fenómenos es la Conciencia. En estudios realizados por medio de EEG (en los cuales se buscaba monitorear la actividad neuroelectrica de las áreas medial-frontal, lateral-frontal y parietal), se ha demostrado que la conciencia moderó en gran medida el vínculo entre la ira y la agresión. Los resultados de esta investigación replicaron hallazgos previos en donde la conciencia se asoció negativamenta con la ira y la asimetria prefontral izquierda relativa a la derecha, así como la amabilidad se asoció positivamente con la ira, pero sólo cuando los niveles de conciencia eran bajos (Campbell et al., 2007).

También estudios recientes han conceptualizado al autocontrol como un recurso limitado, debido a que su ejercicio puede disminuir la energía disponible para esfuerzos posteriores en el futuro inmediato. Lidiar con situaciones estresantes y resistir proclividades hedonísticas consume recursos que a su vez provoca que intentos subsecuentes de autocontrol tengan menor probabilidad de ser efectivos (Muraven & Baumeister, 1998). Un ejemplo de esta situación en el contexto del alcoholismo se puede encontrar en el estudio “Daily Fluctuations in Self-Control Demands and Alcohol Intake” publicado en Psychology of Addictive Behaviors.

Este estudio se realizó en una muestra compuesta por consumidores sociales menores de edad, en el cual concluyeron que en los días donde los participantes experimentaron más demandas de autocontrol que el promedio, presentaban mayor probabilidad de violar su límite de consumo autoimpuesto.

Lo que significa que cuando los individuos planearon limitar su consumo se vieron más afectados por demandas de autocontrol que cuando no planearon limitarlo, y por lo tanto, tenían mayor posibilidad de violar el rango de consumo que anteriormente habían delimitado para sí mismos después de un tiempo determinado (Muraven et al., 2005).

Es importante considerar que hay elementos de la conducta que escapaban de la voluntad del individuo, debido a que cada elemento del comportamiento humano tiene múltiples niveles de causalidad. Un ejemplo de esta afirmación en el campo de la genética es que se ha identificado una relación entre algunas variaciones genéticas específicas del gen responsable de la síntesis de la Monoamino Oxidasa (MAO-A) y la aparición de comportamiento antisocial, trastorno de la personalidad limítrofe o agresión -en la medida que esta última sea considerada patológica- (Kolla & Vinette, 2017) (Kolla, Patel, et al., 2017).

La impulsividad es un factor característico del trastorno limítrofe de la personalidad (TLP) y el trastorno de personalidad antisocial (TPA) que probablemente surge de influencias genéticas y ambientales. Aunque las variaciones genéticas mencionadas no son evidencia suficiente para afirmar que una variación genómica es responsable de la aparición de un comportamiento determinado, una revision de la literatura nos muestra propuestas más sofisticadas. Por ejemplo, se ha demostrado que la interacción de la variante de baja actividad del gen responsable de la monoamino oxidasa-A (MAOA-L) y la presencia de adversidad en la infancia, predice la agresión en poblaciones clínicas y no clínicas (Kolla, Meyer et al., 2017).

Al ser la agresión uno de los sistemas motivacionales más difíciles de integrar en nuestra vida cotidiana, se ha estudiado detalladamente. Incluso se ha sugerido una probable estabilidad en la conducta agresiva: en un estudio de seguimiento de 22 años, los que eran más agresivos a los 8 años fueron también los más agresivos a los 30 (Huesmann et al., 1984). Por lo que identificar factores de riesgo a una edad temprana es de gran importancia.

Al tomar en cuenta la existencia de abuso infantil y la aparición de diversos transtornos de la personalidad junto con su concomitancia con la variación genética señalada, nos recuerda que todos somos una interacción dinámica entre naturaleza y cultura. Las variables biológicas que nos contituyen y el ambiente sociocultural en el que nos desarrollamos.

Como ya se estableció, son muy diversos y variados los factores a nivel tanto macro como micro social que influyen para que una persona se inicie en el consumo de drogas, pero existen también los de índole personal-individual, que refieren que el desarrollo de la estructura y funcionamiento cerebral tiene una influencia en la susceptibilidad para el consumo de drogas en el individuo. En las etapas del desarrollo, la adolescencia es caracterizada por mostrar distintos niveles de impulsividad y búsqueda de sensaciones, debido a las fluctuaciones hormonales producidas en el cuerpo y que afectan diversos sistemas cerebrales (Lerman, 2002). La corteza prefrontal es responsable de las funciones cognitivas como toma de decisiones, control de impulsos y memoria de trabajo, zona que aún se encuentra en construcción durante la adolescencia; esto lleva a que el adolescente actúe en mayor medida bajo el estímulo emocional que del control cognitivo, lo que lo puede llevar a exponerse a distintas situaciones de riesgo, sin tener en cuenta las consecuencias de su conducta (Somerville & Casey, 2010).

Tanto la falta de control de impulsos como la búsqueda de sensaciones son factores que se han relacionado con el inicio del consumo de sustancias legales e ilegales, aunado a la percepción de invulnerabilidad hacia el peligro (Pedrero, 2007). Sobre el papel de los rasgos personales, la Teoría de la Socialización Primaria (Oetting et al., 1998a), sostiene que las características físicas, emocionales y sociales del joven influencian el proceso de socialización, lo que lleva a que el resultado de las mismas sean factores de riesgo o protección respecto al uso de drogas y a la conducta desviada.

La Teoría de la socialización primaria de Oetting et al. señala que “aunque la base biológica de la conducta humana es incuestionable, esencialmente todas las conductas sociales humanas son aprendidas o tienen componentes principales que son aprendidos. Las conductas sociales desviadas, tales como el crimen y la violencia, están entre estas conductas sociales aprendidas. La desviación no es simplemente una situación defectuosa que ocurre cuando hay una ruptura en los vínculos y normas pro sociales; tanto las normas pro sociales como las desviadas son activamente aprendidas en el proceso de la socialización primaria” (Oetting y Donnermeyer, 1998b).

Comentan como ejemplo el que es más probable que tengan éxito en la escuela los jóvenes más inteligentes, y que la escuela les refuerce y formen una buena vinculación con la misma. De este modo, la inteligencia se convierte en un factor de protección contra la desviación. Otro ejemplo semejante es el atractivo físico.

Para esta teoría los rasgos de personalidad influencian la desviación sólo indirectamente, al tener sus efectos sobre los procesos de socialización primaria. Por ello, cuando se habla de rasgos de personalidad, se entienden como aquellos que interfieren con el proceso de socialización primaria, pero que no inciden directamente en la misma. Esto les lleva a poder explicar rasgos como la ira, la agresión, la autoestima y la búsqueda de sensaciones.

CCuarto y último apartado del Marco Teórico del trabajo recepcional: “Autocontrol relacionado al consumo de alcohol en estudiantes de Ingeniería y Medicina de la Universidad Veracruzana”.

Referencias:

1. Barkley, R.A. (1997). Defining Behavioral Inhibition, Self-Control and Executive Function.. En ADHD and the Nature of Self-control (47–65). Ed. Guilford Press. Disponible en: https://books.google.es/books?id=iv-XFAL5CdAC&printsec=frontcover&hl=es#v=onepage&q&f=false

2. Froufe, M. (2007). Acción y conciencia. In/determinismo, autocontrol y responsabilidad. Estudios de Psicología. 8 (2): 185–209. De Researchgate. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/233709831_Accion_y_conciencia_Indeterminismo_autocontrol_y_responsabilidad

3. Luna, B. Constantinidis, C. (2019). Neural Substrates of Inhibitory Control Maturation in Adolescence. Trendsin Neurosciences, 42(9), 604–616. 14/10/19, De Cell. Disponible en: https://www.cell.com/trends/neurosciences/fulltext/S0166-2236(19)30127-4

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6. Muraven, M. Collins, R. Shiffman, S. Paty, J. (2005). Daily fluctuations in self-control demands and alcohol intake. Psychol Addict Behav, 19(2), 140–7. 13/08/19, De PubMed. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16011384

7. Kolla, N. Vinette, S. (2017). Monoamine Oxidase A in Antisocial Personality Disorder and Borderline Personality Disorder. Curr Behav Neurosci Rep. 4(1), 41–48. 08/10/19, De PubMed. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29568721

8. Kolla, N. Patel, R. Meyer, J. Chakravarty, M. (2017). Association of monoamine oxidase-A genetic variants and amygdala morphology in violent offenders with antisocial personality disorder and high psychopathic traits. Scientific Reports, 7, 1–13. 27/07/19. De NatureResearch. Disponible en: https://www.nature.com/articles/s41598-017-08351-w

9. Kolla, N. Meyer, J. Sanches, M. Charbonneau, J. (2017). Monoamine Oxidase-A Genetic Variants and Childhood Abuse Predict Impulsiveness in Borderline Personality Disorder. Clin Psychopharmacol Neurosci. 15(4). 343–351. 26/08/19, De PubMed. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29073746

10. Huesmann, L. R. Eron, L. D. Lefkowitz, M. M. & Walder, L. O. (1984). The stability of aggression over time and generations. Developmental Psychology, 20(6), 1120 1134. Disponible en: http://hdl.handle.net/2027.42/83380

11. Lerman, D. Kelley, M. Vorndran, C. Stephanie, A. LaRue, R. Jr. (2002). Reinforcement magnitude and responding during treatment with differential reinforcement.J Appl Behav Anal. Spring; 35(1): 29–48. doi: 10.1901/jaba.2002.35–29 PMCID: PMC1284358

12. Somerville, L. Casey, J. (2010). A time of change: Behavioral and neural correlates of adolescent sensitivity to appetitive and aversive environmental cues. Brain Cogn. 2010 Feb; 72(1): 124. De PubMed. Disponible en: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2814936/

13. Pedrero, E.J. (2007). Comportamientos adictivos y déficit en el control de los impulsos. Revista Española de Drogodependencias. 32 (4) 488–511. Disponible en: https://www.aesed.com/upload/files/vol-32/n-4/v32n4_3.pdf

14. Oetting, E.R., Deffenbacher, J.L. y Donnermeyer, J.F. (1998a). Primary socialization theory: The role played by personal traits in the etiology of drug use and deviance. II. Substance Use & Misuse, 33, 1337–1366.

15. Oetting, E.R., Donnermeyer, J.F. y Deffenbacher, J.L. (1998b). Primary socialization theory: The influence of the community on drug use and deviance. III. Substance Use & Misuse, 33, 1629–1665.

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Xavier Loeza

estudiante | aspirante a psiquiatra; leo y comparto sobre psicología, neurociencia, religión y psicodelia; también escribo cuentos. IG/YT: @craneodevangogh